
Las lecciones de la vida están, según Anu Aga, ligadas de forma indisoluble a las lecciones sobre las pérdidas y los fracasos.
En el evento de celebración del 50 aniversario del MBA que tuvo lugar en Nueva Delhi recientemente, la ex presidenta del gigante indio de la ingeniería Thermax señaló que “es útil interiorizar, desde edades tempranas, que las pérdidas, la división y el fracaso forman parte de nuestras vidas”.
“En algún momento nos toparemos con ellos. Cada desgracia, cada rechazo y cada pérdida nos enseña profundas lecciones, si permitimos que la vida sea nuestro principal profesor”.
Para poner sus ideas en contexto, Aga contó la historia de su propia vida, empezando por su infancia en Mumbai, cuando le decían que no pensase en otra cosa que en casarse y en tener hijos, a pesar de que en el colegio sacaba mejores notas que sus dos hermanos mayores. Y a ellos sí que se les animaba a unirse a la empresa familiar.
Su marido, Rohinton Aga, se incorporó a la empresa familiar en su lugar, y ocupó la presidencia de la misma el día que el padre de Anu se jubiló. Cuando finalmente entró en la empresa, Anu cursó un posgrado en obra social, y fue ascendiendo durante cinco años hasta convertirse en la directora de Recursos Humanos en 1990.
Afrontando los retos
Fue entonces cuando tuvo que afrontar el primero de los que ella llama sus “tres grandes retos”: su marido sufrió un infarto que “borró de un plumazo todo su conocimiento”.
“Padeció daños cerebrales severos”, explicó Aga, “pero con mucha determinación aprendió a escribir de nuevo, empezando desde cero. A los dos años ya presidía delegaciones de una asociación empresarial, y había escrito un libro. La lección que aprendí fue: nunca tomes la opinión de un experto por definitiva, y ten fe en ti mismo. También aprendí que nada es para siempre, y que tienes que cuidar mucho tu salud”.
Como directora de RR.HH., en realidad Aga no sabía mucho de las actividades principales de la empresa, pero ya se había decidido a aprenderlas cuando su marido sufrió un segundo derrame, y finalmente falleció en 1996. Dos días después, el consejo de Thermax la nombró presidenta ejecutiva de la empresa.
Fueron “tiempos difíciles”: el precio de la acción de la empresa cayó desde las 400 hasta las 35 rupias, en parte debido a una gran crisis económica en todo el país. Los accionistas estaban furiosos, y a Aga le asolaban las dudas: pensaba que quizá había llegado al cargo únicamente porque poseía el 62 por ciento de la acciones de la empresa.
“Entonces tuve que enfrentarme al segundo gran reto de mi vida: escoger entre compadecerme de mí misma, o tomar las riendas de mi vida”, planteó Aga.
Adquirir seguridad para tomar decisiones
Con “gran resistencia” por parte de los otros miembros del consejo, Aga contrató a una consultora externa, reconstituyó el consejo y suprimió muchas actividades no esenciales de la empresa, que, explicó, aumentaban las ventas, pero erosionaban el resultado final.
“En las actividades que sí mantuvimos, introdujimos una cultura del desempeño, y reactivamos la innovación y la orientación al cliente”.
Así, en 2002, Thermex dio un giro. Y en 2004, Aga abandonó la presidencia ejecutiva, un cargo que asumió su hija Meher.
Pero ¿por qué dejarlo cuando las cosas estaban yendo bien?
“Cuando estaba en Recursos Humanos, siempre había defendido un plan de sucesión suave. Así que lo que hice fue predicar con el ejemplo”. Aga también añadió que quería dejarlo cuando aún tuviese la energía suficiente como para regresar a los trabajos sociales.
Cambiar de rumbo
Aga participa ahora en la Thermax Social Initiative Foundation, y también colabora con Akanksha, una ONG que fomenta la educación para niños con pocas oportunidades en Mumbai y en Pune. Recientemente, también ha entrado en la política, siendo elegida diputada en el parlamento indio.
Su decisión de volver al trabajo social estuvo motivada, de alguna manera, por lo que ella considera su mayor reto: tan solo 18 meses después de la pérdida de su marido, su hijo Kurush también falleció en un accidente de tráfico.
“El dolor que sentí cuando se fue mi marido resultó insignificante comparado con el que viví cuando murió mi hijo”, explicó. “Pero entonces entendí una cosa: el dolor es inevitable cuando sucede algo así. El sufrimiento, que dura para siempre, es opcional”.
Aga buscó la inspiración en el ejemplo de su hijo para llevar a cabo nuevos cambios y superar nuevos retos en su vida.
“A mi hijo le preocupaba mucho la situación de pobreza que tenemos en la India. Siempre intentaba que entregásemos un generoso porcentaje de nuestros ingresos a organizaciones benéficas. Yo al principio me resistía, pero ahora donamos el 30 por ciento”.
Negocios con un propósito
“Una empresa no puede sobrevivir sin crecimiento”, asegura Aga, “pero si el crecimiento es su único propósito ya no tendría una razón para existir”.
“Una empresa tampoco puede tener éxito en una sociedad que fracasa”, concluyó. “No puede sostenerse. El crecimiento sin un propósito es como el cáncer, no resulta de ninguna ayuda para el cuerpo. Apunta alto, plantéate retos, invierte en ti mismo, y vive una vida que sea rica en experiencias y con un significado profundo”.