
Philip Whittaker es director asociado del renombrado Boston Consulting Group, cuyo cometido principal es predecir el precio del petróleo. En el 5th Global Energy Day (5.ª Jornada de la Energía Global), celebrado la semana pasada en el campus del IESE en Barcelona, Whittaker dejó claro que realizar predicciones con precisión es una tarea “casi” imposible. En efecto, hay una gran variedad de posibles escenarios, y el actual desplome del precio del petróleo tendrá probablemente consecuencias importantes en el futuro.
Los principales consejos que ofreció Whittaker fueron: mostrar escepticismo ante cualquier tipo de predicción, analizar presunciones, fijarse en el porcentaje de éxito de los indicadores, y nunca descartar la posibilidad de un cambio disruptivo.
Una conferencia poco previsible
Whittaker no quería repetir las banalidades que se suelen decir sobre el mercado petrolero, porque “ya las podéis encontrar en Google”, bromeó. Y, a continuación, advirtió a la audiencia: “nunca os fieis de alguien que dice saber cuál será el precio del petróleo en el futuro”. Sin embargo, y a pesar de la complejidad de realizar predicciones sobre el precio del crudo, nunca ha sido tan importante como hoy que estas sean acertadas.
La montaña rusa del petróleo
Tras los incesantes altibajos vividos entre los años 2007 y 2014, cuando los precios oscilaron de forma salvaje entre los 20 y los 200 dólares por barril, el reducido precio actual (alrededor de los 40 dólares) está teniendo unos efectos considerables a nivel global. Además de suponer la caída de precios más prolongada de los últimos 30 años.
Las compañías petroleras están reduciendo sus plantillas y recortando sus presupuestos entre un 15 y un 20 por ciento, a un ritmo similar al de su caída en capitalización bursátil. De hecho, Shell, la anterior empresa de Whittaker, también ha visto como sus capitalizaciones han disminuido en 15.000 millones de dólares desde mediados de 2014.
Pero es que los sectores que orbitan alrededor de las compañías petroleras se encuentran en una situación más grave todavía, con caídas de hasta un 35 por ciento en el precio de las acciones de las empresas de servicios. Eso por no hablar de las que se dedican a la investigación, cuya situación Whittaker califica directamente de “carnicería”.
Unas consecuencias de largo alcance
Los países exportadores, como todos los del Golfo Pérsico, también tienen que hacer frente a decisiones complicadas. Acostumbrados a vender petróleo a 100 dólares el barril, y a que sus gastos fueran en consonancia, ahora deben afrontar severos recortes presupuestarios.
Sin embargo, a largo plazo el petróleo barato actualmente puede indicar que su precio aumentará considerablemente en el futuro. Conocido como el “efecto látigo” (bullwhip effect), esta situación de petróleo barato —por debajo de los 70 u 80 dólares el barril— y, por tanto, los reducidos beneficios, lleva a que las empresas petroleras recorten gastos en investigación y que, con el tiempo, también mermen sus reservas.
Cuando todo va cobrando sentido
En estas condiciones, hacer planes de futuro es como “intentar tomar decisiones racionales bajo una incertidumbre extrema”, equiparó Whittaker. Y las preguntas que los directivos en situaciones similares deberían plantearse son: ¿es realmente una amenaza existencial para la empresa, o no tanto? ¿Cuánto parece que durará la situación? Y ¿cuáles son las oportunidades que deben tenerse en cuenta?
Hoy en día, estas decisiones no pueden postergarse mucho, aseguró. Y además de las rémoras, otra tendencia a evitar es la excesiva simplificación. “Aceptad la complejidad”, advirtió, porque “siempre cabe la posibilidad de que pequeños factores que pueden parecer insignificantes tengan grandes repercusiones”.
Las tres reglas del mundo de las predicciones
Prever escenarios de futuro, aunque solo sea para los próximos 36 ó 48 meses, implica/conlleva aproximadamente una veintena de variables, desde la demanda en China hasta las políticas europeas sobre el fracking. En lo que al precio del petróleo a corto plazo se refiere, Whittaker dibujó tres posibilidades diferentes: una ‘gran V’ —refiriéndose a una recuperación rápida—; una recuperación más lenta y cíclica; o, lo que sin duda sería más preocupante, un escenario de agonía prolongada en el que el mundo tendrá que acostumbrarse a precios bajos. Él considera que la más probable de las tres es una recuperación lenta, pero ¿cuán fiable es cualquier predicción en un momento en que la única certeza es la incertidumbre?
Philip Whittaker, gran conocedor del sector, ofreció a los directivos tres consejos sobre las previsiones de futuro, estén o no relacionadas con el petróleo.
En primer lugar, no confundir escenarios de futuro con pronósticos o previsiones. Ninguna de ellas es, de por sí, una estrategia. En segundo lugar, entender siempre el modelo predictivo que se está usando, y tener una actitud crítica con lo que se da por supuesto. Además, siempre es bueno comprobar el historial de la persona que realiza la previsión: ¿cuán acertada se ha mostrado en el pasado, y bajo qué circunstancias?
Por último, tener en cuenta que las predicciones prácticamente nunca consideran la posibilidad de que se produzcan eventos disruptivos. Esta es el área que más podría —y debería— trabajarse, según Whittaker. Como directivos, sugirió finalmente al auditorio, deberíamos evaluar las posibilidades que existen de que nuestra empresa tenga que afrontar un riesgo disruptivo. Un mensaje que, por otra parte, los directivos de hoy ya están bastante acostumbrados a escuchar.